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Las comisiones de los fondos de inversión no funcionan tal y como se aplican en otros productos para la inversión (acciones en bolsa, warrants, operaciones a crédito, etc.).
Esto es así porque se rigen bajo sus propias normas, en donde no existe una única comisión, sino que pueden aplicarse muchas más, siempre en función del producto generado por la gestora o brokers online.
Las principales comisiones son de gestión, depósito, reembolso, distribución o suscripción. No siempre se aplican, pero en todo caso sus porcentajes en cada una de ellas pueden alcanzar hasta el 2%.
Para rentabilizar las operaciones es muy importante que tengas en cuenta que entre dos fondos de similares características y rentabilidades, siempre habrás de apostar por el que menos comisiones presente.
Es una estrategia básica y necesaria para salvaguardar la remuneración de estos productos, que en cualquier caso lo tienen detallado minuciosamente en los folletos informativos que puedes consultar en cualquier momento (o dentro de cada una de las fichas de nuestros comparadores y herramientas financieras).
Mientras los ahorradores que suscriben un grupo de acciones en los mercados bursátiles saben perfectamente cuál es el precio que tendrán que abonar por la operación realizada, que será fijo en función del importe invertido, en los fondos de inversión son variables dentro de unos límites que nunca podrán rebasar de ninguna manera.
Pero a partir de aquí, cada gestora tiene absoluta libertad para cuantificarlos y por supuesto aplicar cuantas comisiones considere oportunas.
Las comisiones se aplican en todos los fondos, da lo mismo que sea de renta fija que variable, incluso de gestión alternativa o de contenido mixto.
Lo que realmente importa no es la composición del fondo sino el criterio de las gestoras que los diseñan.
Y se da la peculiaridad que los bancos que disponen de gestoras propias comercializan estos productos para el ahorro con comisiones menos exigentes e incluyendo normalmente solo las principales.
Es cierto que los demandantes de estos productos buscan ahorrarse el máximo dinero posible por este concepto. Normal y hasta cierto punto lógica esta postura, y ante la infinita oferta que generan hace que este objetivo pueda plantearse sin ningún problema.
Aunque en ningún caso debe constituirse como la prioridad máxima para contratarlos, sino que debe hacerse siguiendo otros parámetros más decisivos como su buena gestión, rentabilidad acumulada o la idoneidad del momento en que se contratan.
De todas las comisiones habilitadas, hay dos de las que no podrás escaparte, ya que son obligatorias. En primer lugar, la de gestión, que la cobra la gestora por su administración, y que tiene un tope máximo del 2%.
Otra que mayoritariamente se aplica es la de depósito, de una cuantía inferior y que se realiza sobre los activos adquiridos. No obstante, la peculiaridad de estos dos gastos administrativos estriba en que se va descontado diariamente del valor de participación del fondo.
Como consecuencia de ello, los partícipes de los fondos no lo notan, a diferencia de las comisiones variables, que sí se deducen sobre las aportaciones realizadas.
En cambio, las restantes comisiones sí que son variables y están desarrolladas en función de los criterios de las propias gestoras. Fundamentalmente son las que encarecen la contratación de los fondos.
En muchos casos se evitan para impedir que la futura rentabilidad del producto se vea menguada por estos gastos. Su aplicación varía en función del momento del proceso que puede darse en la suscripción, reembolso o distribución. Son, en cualquier caso, menos habituales y raramente sobrepasan el 1,00%.
No obstante, en algunos fondos de inversión más complejos se suelen incluir alguna de estas comisiones que se descontarán directamente del capital aportado o sobre las ganancias acumuladas, según sea oportuno y en cada caso.
Esto quiere decir que si inviertes 10.000 euros en un fondo que incorpora una comisión de suscripción en torno al 0,50%, te lo descontarán de tu aportación inicial, que se quedará en solamente 9.950 euros; con los que previsiblemente tendrás la tentación de recuperar la diferencia en los próximos meses a través de la revalorización de tus participaciones.
Hay que tener en cuenta que estos pagos no se generan en otros productos destinados para la inversión, quizás destinados a un plazo de permanencia mucho más dilatado.
Los fondos, en cambio, son más recomendables a medio y largo plazo, y por tanto, su amortización es más factible de asumir. Entre otras razones porque se constituyen en bolsas de ahorro para crear un capital a varios años vistos, incluso de cara a la jubilación entre las personas que tienen entre 50 y 60 años.
Ante este escenario, el abono de las comisiones opcionales no te representará excesivo esfuerzo económico, al tener planteados tus objetivos a plazos de permanencia excesivamente largos y que propician que asimiles con mayor naturalidad estos pagos, a diferencia de si tienes contratados otros productos para la inversión que estén destinados a 3, 6 ó 12 meses.
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