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El pasado 18 de mayo, el Banco Central Europeo anunciaba que dejaría de imprimir billetes de 500 euros a partir de 2018.
Se trata de una decisión muy esperada por muchas personas e instituciones, que consideraban que este billete era un auténtico nido de fraude que se utilizaba para financiar actividades ilícitas, tales como el blanqueo de dinero o la financiación del terrorismo, e incluso defraudar impuestos.
No es un debate nuevo; casi desde que se creó el Euro y el Banco Central Europeo comenzó a imprimir billetes con este valor facial, el papel de este billete se puso en entredicho, destacando el hecho de que, entre las diez mayores economías del mundo, no existía ningún papel moneda que tuviese un valor tan elevado.
Aunque la mayor parte de la población no han tocado un billete de 500 euros (y muchos, incluso, ni siquiera lo han visto), la desaparición de este papel moneda puede tener sin duda efectos para nuestra economía.
Una de las consecuencias principales de la desaparición del billete de 500 euros podría ser perjudicial para la economía: que la impresión del resto de billetes y monedas no sea suficiente para mantener la economía funcionando de manera correcta.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que el 90% de toda la nueva masa monetaria creada son apuntes contables electrónicos en los libros de los bancos, y los papeles moneda han dejado de tener el protagonismo que tenían.
A pesar de esta circunstancia, el 100% de la población española utiliza todavía efectivo.
El BCE asegura que habrá suficiente efectivo para garantizar el pago de las transacciones, que se seguirán emitiendo y utilizando como hasta ahora.
El Eurosistema, que incluye al propio BCE y a los bancos centrales nacionales de la zona euro, adoptará las medidas adecuadas para asegurar la disponibilidad de cantidades suficientes del resto de las denominaciones.
En algunos ámbitos, se achaca al BCE que la medida servirá para mantener los tipos de interés bajos e, incluso, negativos, durante un período de tiempo mucho más dilatado.
Esta es la conclusión a la que han llegado, entre otros, el presidente del Instituto de Desarrollo Económico, Clemen Fürsrt, que argumenta que para las entidades financieras será más caro depositar y almacenar billetes más pequeños.
Sin entrar a valorar si el argumento de Clemen es bueno o no, lo cierto es que una política de tipos de interés bajos durante mucho tiempo supondrá un serio problema para los balances de los bancos, que ya han manifestado la preocupación por esta situación si se sigue prolongando en el tiempo.
Esta política de bajos tipos de interés y de encarecimiento de los servicios tendrá, sin ningún género de dudas, repercusiones sobre los clientes, que tendrán que asumir unas mayores comisiones por los servicios prestados por las entidades financieras.
Aunque los billetes de 500 euros que ya están impresos seguirán circulando de manera habitual, son muchos los que apuntan que la eliminación de los billetes de 500 euros es el primer paso para la desaparición del dinero en efectivo.
Países como Dinamarca, Suecia o Islandia ya están comenzando a dar los primeros pasos para eliminar los billetes y monedas, hasta el punto de que en alguno de estos países no es posible pagar en efectivo en algunos establecimientos comerciales.
A pesar de que en España los nuevos medios de pago no están lo suficientemente desarrollados, son muchas las personas que han dejado de utilizar el efectivo por otros, como las tarjetas bancarias o el pago por el móvil.
El espectacular crecimiento de estos medios de pago, unida a la necesidad que tienen los estados de limitar el dinero en efectivo, provocará que más pronto que tarde el dinero en metálico pase a la historia y acabe siendo sustituido por el dinero electrónico.
En definitiva, aunque podamos pensar que la decisión de eliminar los billetes de 500 euros no vaya a tener ningún efecto sobre nuestra economía familiar, es posible que nuestro bolsillo lo note en el momento en el que la máxima autoridad monetaria europea deje de imprimirlos, aunque sea de forma indirecta.
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