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Tras la crisis, nos hemos acostumbrado a escuchar algunos términos que no conocíamos pero que, en realidad, forman parte del día a día de los economistas y de las empresas desde hace muchos años.
De hecho, muchos de ellos nos causan verdadera confusión, puesto que nos parecen significar lo mismo cuando, en realidad, tienen significados e implicaciones muy diferentes.
No en vano, cuando hablamos de una situación empresarial negativa, utilizamos de forma indiferente suspensión de pagos y quiebra, lo cual es erróneo porque se trata de términos muy diferentes.
De hecho, la suspensión de pagos y la quiebra se refieren a problemas de liquidez y solvencia, respectivamente.
Si bien se trata de dos términos que se utilizan generalmente para medir el desempeño y la situación financiera de una empresa, existen matices que hacen que se utilicen para medir cosas diferentes, que se resume en el horizonte de tiempo que estemos analizando: corto, medio y largo plazo.
Por un lado, entendemos liquidez como aquella cualidad que tienen los activos para transformarse en dinero sin una pérdida sustancial de valor.
El dinero y la tesorería son los activos más líquidos que una empresa tiene, ya que proporcionan liquidez en sí mismos (podemos utilizarlos para comprar nuevos activos).
Los terrenos, los inmuebles y, en general, los bienes de equipo, son los activos menos líquidos, puesto que su liquidación no es sencilla y en cualquier caso puede que en el momento de su venta no obtengamos en efectivo el valor que tienen recogidos en libros.
En general, una empresa atravesará problemas de liquidez cuando su activo circulante no es suficiente para cumplir con sus obligaciones a corto plazo; es decir, cuando su tesorería y sus activos a corto plazo (que puedan transformarse de forma fácil en dinero) sean suficientes para pagar las deudas pendientes con un horizonte menor de un año.
Si esto no ocurre, nuestra empresa podría llegar a tener serios problemas de liquidez, hasta el punto de poder atravesar una situación de suspensión de pagos que solo se podría resolver con una refinanciación de las deudas de corto a largo o bien con un aumento de liquidez, ninguna de ellas a priori sencilla de llevar a cabo.
A diferencia de la liquidez, la solvencia está relacionada con el medio y largo plazo.
Está relacionada con la capacidad de una empresa o agente privado para atender sus compromisos de pago con los acreedores o, dicho de otro modo, sus deudas.
Una empresa no es solvente desde un punto de vista contable cuando su patrimonio neto es negativo o cuando el valor de sus pasivos supera el valor de sus activos.
La solvencia se mejora reduciendo el valor de las deudas o aumentando la capitalización de la empresa mediante, por ejemplo, un aumento de los fondos propios de la empresa gracias a aportaciones de capital de nuevos socios.
No existe una teoría única para corregir las crisis; "cada maestrillo tiene su librillo" y la gravedad e intensidad de cada crisis económica puede variar en función de las medidas que se tomen.
Por este motivo, lo mejor es hacer un diagnóstico exhaustivo del enfermo para proponer medidas correctoras.
La razón: las crisis empresariales y financieras pueden deberse a dos problemas fundamentalmente: la liquidez y la solvencia, que requieren soluciones diferentes.
No en vano, han sido muchos los analistas y economistas que han errado en el diagnóstico y, por tanto, también en la solución, considerando que se trataba de crisis de liquidez cuando, en realidad, se debía a problemas de solvencia, y viceversa.
Pero, ¿el dinero no lo arregla todo? En realidad, no.
Podemos tener dinero suficiente como para atender nuestros compromisos de pago y evitar una eventual suspensión de pagos. Sin embargo, si nuestras deudas son a más largo plazo, puede que no tengamos un euro en nuestra cuenta corriente pero sí patrimonio suficiente con el que respaldarlo, por lo que seguiremos siendo solventes.
Es decir, de nada sirve inyectar ingentes cantidades de dinero en forma de tesorería a la empresa asumiendo por ello una deuda si, en realidad, el problema es que el capital y el patrimonio de los agentes no es suficiente.
Esta es parte de la razón por la cual las masivas inyecciones de liquidez de los bancos centrales a la economía real no han tenido el efecto esperado: las empresas y los bancos no eran solventes, y para que la política monetaria funcione, es necesario que la economía se recapitalice en su conjunto y sanee de manera adecuada sus cuentas.
Liquidez y solvencia son dos términos muy importantes para medir la salud financiera de una empresa que, además, puede aplicarse a cualquier familia. Pese a su aparente similitud, se trata de términos con connotaciones muy distintas.
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