Una vez le preguntaron a Albert Einstein:
¿cuál diría usted que es la fuerza más poderosa del universo? con el fin de que el físico alemán explicase alguna de sus teorías sobre la relatividad.
Sin embargo, ante el asombro de todos, contestó que la fuerza más poderosa del universo era el interés compuesto.
Si una de las mentes más privilegiadas de la historia se fijó en un fenómeno financiero como la invención más impresionante del mundo es por algo.
No en vano, el interés compuesto es un término que, si bien no es del todo conocido por el gran público, constituye uno de los fenómenos más importantes en economía financiera.
La rentabilidad de los productos de ahorro e inversión se calcula casi siempre en forma de porcentaje sobre el capital inicial empleado.
Si, por ejemplo, un producto proporciona una rentabilidad del 5% a un año sobre un capital inicial de 1.000 euros, significa que habremos obtenido 1.050 euros cuando rescatemos nuestro dinero.
En la mayor parte de ocasiones, estos productos financieros se contratan por un período de más de un año y nosotros recibiríamos, por tanto, una rentabilidad anual en función del interés del producto financiero.
En algunos casos, en lugar de recibir este cupón anual, los intereses se integran dentro del capital inicial, es decir, se capitalizan, constituyéndose un nuevo capital sobre el que se aplicará el interés establecido el año siguiente.
En el ejemplo anterior, si el producto financiero lo hubiésemos firmado por cinco años y el cupón lo recibiésemos en efectivo, obtendríamos 50 euros cada año, sumando un total de 1.250 euros al cabo de los cinco años.
Sin embargo, si integramos los intereses devengados por el producto año tras año, el segundo año se aplicará el interés del 5% sobre 1.050 euros en lugar de sobre 1.000 euros, obteniendo un cupón de 52,5 euros el segundo año, 55,12 euros el tercer año y así sucesivamente, sumando un total de 1.276,28 euros al cabo de los cinco años o, dicho de otro modo, 26,28 euros más que si hubiésemos recibido el cupón en efectivo cada año.
Cuando manejamos cantidades y plazos más grandes, como a menudo sucede, el interés compuesto hace que el capital se acabe multiplicando de manera exponencial, sumando un total que puede superar con creces nuestras expectativas financieras. Es más, incluso aunque nuestro capital inicial sea pequeño, puede acabar siendo muy grande con el paso de los años.
El interés compuesto también se puede aplicar al estudio y análisis económico.
Por ejemplo, cuando decimos de que el PIB de China ha crecido un 10% anual los últimos cinco años, no queremos decir con ello que el PIB ha crecido solo un 50% en total sino que ha crecido un 10% con respecto al año anterior tratándose, por tanto, de un cálculo exponencial, lo que acaba incrementando este valor de forma notable (en lugar del 50%, estaríamos hablando del 62%).
Por poner un ejemplo exagerado, supongamos una economía con una inflación del 100%. Al cabo de 5 años los precios no se habrían multiplicado por 5, sino por 32, y pasados 10 años por 1.024.
Aunque el ejemplo parezca exagerado hay países con tasas de inflación del 30%, del 50% e incluso superiores al 100%.
En definitiva, cuando utilizamos el interés compuesto en economía y finanzas, los números acaban creciendo de manera exponencial; esta es la razón por la que el mismísimo Einstein lo definió como la fuerza más poderosa del universo; no le faltaba razón.
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