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La escasa rentabilidad que ofrecen los tradicionales productos de ahorro ha cambiado por completo el paradigma en el ahorro del ciudadano medio español.
De los tradicionales depósitos a plazo fijo y cuentas remuneradas se ha pasado a productos más complejos, como los fondos de inversión, donde se asume un riesgo mayor para obtener un rendimiento más elevado por nuestra inversión.
En estas circunstancias, cabe preguntarse si estamos ante el fin de las formas de ahorro tradicionales, y más concretamente, de las cuentas remuneradas.
Este tipo de producto tuvo su edad dorada la década pasada, cuando los tipos de interés estaban, en algunos casos, por encima del 4 y del 5%.
Su mayor flexibilidad con respecto a los depósitos a plazo fijo desplazó parte del ahorro de los clientes, y las cuentas remuneradas pasaron a convertirse en uno de los principales productos comercializados por parte de muchas entidades financieras.
Buena muestra de ello fue el caso de ING. La entidad holandesa aterrizó en España en 1999 con un único producto, su Cuenta NARANJA, que no cobraba comisiones, ofrecía una alta rentabilidad y que, para su contratación, no era necesario cambiar de banco.
De hecho, su lema inicial fue "Tu otro banco", con el objetivo de atraer cada vez más clientes sin que estos estuviesen obligados a renunciar a los servicios que les proporcionaba su entidad original.
La Cuenta NARANJA fue una revolución en el mundo del ahorro en España. A diferencia de los depósitos a plazo fijo tradicionales, la Cuenta NARANJA no tenía un plazo determinado de antemano, ni penalización por disponibilidad inmediata y rendía por el dinero que tuviésemos en esta cuenta.
Además, la rentabilidad era similar a la de otros depósitos a plazo fijo, por lo que mucha gente empezó a contratar masivamente esta cuenta remunerada, renunciando a los tradicionales depósitos, mucho menos flexibles en cuanto a disponibilidad y cantidad a remunerar.
A raíz de la Cuenta NARANJA, fueron muchos los bancos que siguieron los pasos de ING y comenzaron a comercializar cuentas remuneradas, que en algunos casos remuneraban a tipos de interés bastante superiores aunque, eso sí, con unas restricciones de cantidad bastante más reducidos.
Esta nueva fiebre provocó un trasvase de dinero bastante significativo de los tradicionales depósitos a plazo fijo a estos productos gracias, fundamentalmente, a su mayor flexibilidad y disponibilidad.
Sin embargo, con el paso de los años, y como consecuencia de los bajos tipos de interés que han gobernado los mercados esta última década, unido a la baja inflación, las cuentas remuneradas han perdido parte de su atractivo.
No en vano, no entra dentro de los planes de los bancos promocionarlas como se hacía hace tiempo y, de hecho, muchas han comenzado a cobrar comisiones para compensar el efecto negativo que provoca un menor diferencial de intereses.
De hecho, si echamos un vistazo a las principales cuentas remuneradas, veremos que la mayor parte de ellas no superan el 0,50% de rentabilidad.
En el caso paradigmático de la Cuenta NARANJA, que en el pasado había sido el producto estrella de ING, esta rentabilidad se ha reducido al 0,01%, pasando a convertirse en un producto residual dentro de la estrategia comercial del banco naranja.
A día de hoy que ofrezcan una mínima rentabilidad y con unos límites aceptables solamente los hacen la cuenta ahorro de Coinc y las novedosas cuentas de ahorro de Lea Bank y NN Bank.
En consecuencia, las cuentas remuneradas han dejado de ser una prioridad para todos los bancos, que se han lanzado a buscar nuevas fórmulas para seguir remunerando a sus clientes.
Y la mayoría de entidades han decidido hacerlo a través de las cuentas nómina, que generalmente obligan al cliente no solo a domiciliar su nómina, sino también a contratar una serie de productos del banco, como tarjetas de crédito y débito o incluso algunos seguros.
Las cuentas nómina han modificado este paradigma: ya no es necesario dejar nuestro dinero en una cuenta aparte que remunere los ahorros del cliente; cada vez más se pide que sean las propias cuentas corrientes las que proporcionen una cierta rentabilidad.
Así, existen cuentas, como la Cuenta Nómina de Bankinter, que remunera incluso al 5%, una cantidad imposible de ver en cualquier otro producto bancario; o la Cuenta 1|2|3 del Banco Santander, que además de remunerar el saldo de la cuenta permite ahorrarnos una cierta cantidad en nuestros principales recibos.
En definitiva, parece que los bajos tipos de interés, unido a los nuevos instrumentos de inversión, se han llevado por delante las cuentas remuneradas.
A pesar de que la práctica totalidad de entidades todavía ofrecen este tipo de producto, son muy pocas las que promocionan realmente.
Por tanto, ¿estamos ante el principio del fin de las cuentas remuneradas?
Solo el tiempo lo dirá, pero todo apunta a que así será.
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