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Todas las empresas necesitan contar con una capacidad financiera que les permita solventar situaciones difíciles en caso de que vengan mal dadas.
Esto les permitirá cumplir sus obligaciones con proveedores y clientes, además de poder crecer como empresas y emprender nuevos retos o mejoras en el servicio que prestan.
Una de las variables que miden de mejor forma la capacidad financiera de una empresa es el flujo de caja libre o FCL, cuya importancia se resume en mostrar el valor financiero de una organización aunque muchas empresas no lo conozcan o lo confundan con otros conceptos, como el flujo de caja de tesorería.
El flujo de caja libre es la cantidad de dinero disponible por la organización para cubrir deuda o repartir dividendos, una vez se hayan deducido el pago a proveedores y las compras del activo fijo (construcciones, maquinaria, vehículos,...).
Por eso es libre, porque se puede distribuir entre las diferentes necesidades de la empresa como ésta lo considere conveniente una vez se han satisfecho todos los pagos obligatorios.
Son los flujos de caja que se obtienen a partir de las actividades operativas, una vez que se han satisfecho las necesidades de inversión, y por tanto, pertenecen a aquellas personas interesadas en la gestión correcta de la organización, aquellos que han aportado recursos financieros a la organización.
Entre estas personas se incluyen tanto los acreedores,al permitir cubrir lo que se denomina el servicio de la deuda: devolución de principal más el correspondiente pago de los gastos financieros asociados, principalmente intereses, como a los socios o accionistas.
Los primeros, porque esperarán que la empresa les devuelva los fondos prestados mientras que los segundos esperarán recibir una remuneración por su inversión en forma de dividendo.
El flujo neto de caja se calcula como el resultado contable de sumar al flujo de caja operativo las necesidades netas de inversión.
Matemáticamente, el FCL se puede calcular siguiendo el siguiente flujo de resultados que, al fin y al cabo, se resume en eliminar todos los gastos necesarios para la correcta operatividad y funcionamiento de la empresa:
Desde un primer momento, es necesario restar las amortizaciones puesto que, a pesar de que no constituye una salida de tesorería en sí mismo, sí que puede ser la causa de una ligera depresión en el efectivo de la empresa como consecuencia de la depreciación de los activos fijos de la empresa.
Normalmente, al igual que ocurre con otros indicadores financieros, podemos llegar a estimar el valor futuro del flujo de caja libre atendiendo a los datos históricos de la empresa si sus ventas son estables a lo largo del tiempo.
El flujo de caja libre es, en definitiva, la principal medida para medir la rentabilidad de una empresa. Los accionistas tendrán que estar pendientes de este valor, ya que es el que les hace generar ingresos no solo para la propia empresa, sino también para que ellos se puedan repartir parte del pastel de los ingresos obtenidos por la compañía en el último año.
No en vano, se trata de un indicador al que los inversores dan mucha importancia pues, al fin y al cabo, se trata de la parte que finalmente se distribuirá entre los accionistas.
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