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La inversión en dividendos se ha convertido en una alternativa bastante interesante para muchos inversores. De hecho, en muchas ocasiones, el calendario de dividendos suele estar en las agendas de los inversores para saber cuándo entrar y salir de un determinado valor, y la rentabilidad por dividendo es una de las medidas más utilizadas para conocer si una empresa es interesante o no.
Sin embargo, la inversión en dividendos va mucho más allá. Es la principal posición inversora de muchas personas, ya sean inversores minoritarios o institucionales, que buscan la generación de rentas para ellos o sus partícipes. Veamos por qué es tan interesante y cómo puedes acceder a ellos.
Pero antes, comencemos por el principio. ¿Qué son exactamente los dividendos? Es la cantidad de los beneficios de una empresa que se distribuye entre los accionistas. Es, por tanto, la recompensa que reciben los inversores por invertir en el capital social de una sociedad determinada.
En algunos casos de compañías cotizadas, especialmente las más grandes, existe una política de dividendos fija y periódica, de manera que los accionistas siempre reciben la misma cantidad de dinero. No obstante, lo más habitual es que la distribución de dividendos dependa de los beneficios obtenidos en cada ejercicio.
La razón que explica el éxito de las empresas que distribuyen dividendos es que garantiza a los accionistas una retribución, a la que le suma la posible revalorización de su valor en el mercado. En algunos casos, en especial aquellas empresas que tienen políticas fijas y periódicas de distribución de dividendos, se puede considerar como una forma de generación de rentas que ayudan a mantener o incrementar nuestros ingresos a lo largo del tiempo.
Sin embargo, la inversión en dividendos no es vista con buenos ojos por todos los inversores. Y es que los beneficios contribuyen al crecimiento de los negocios, especialmente si se reinvierten dentro de la compañía. Por eso, muchos administradores prefieren utilizar los beneficios para acometer nuevas inversiones que redunden en mejorar la salud de las empresas, en lugar de tener que recurrir a deuda u otros instrumentos que puedan poner en riesgo la salud del negocio.
Además, hay que tener en cuenta que los dividendos tienen su peaje fiscal, algo que no ocurre en el caso de la reinversión de beneficios que, además, es deducible en el impuesto sobre sociedades bajo ciertos supuestos. Se considera rendimiento del capital, de modo que los contribuyentes tendrán que pagar el IRPF del ahorro correspondiente cada vez que reciban dinero vía dividendo, e integrarlo en su declaración de la renta, pagando entre un 19 y un 23% en función de su cuantía.
Antes de 2015, el cobro de dividendos estaba parcialmente bonificado. Los primeros 1.500 € estaban exentos del pago del IRPF, pero desapareció con la reforma fiscal de ese mismo año.
Existen algunos casos de empresas que distribuyen dividendos que posteriormente reinvierten en el negocio. Este es el caso de los scrip dividend, una estrategia tan adorada como controvertida, pues por un lado permite que nuestras carteras crezcan sin peaje fiscal pero, por otro, se llevan parte del valor de la acción por el efecto dilución.
Una vez conozcamos qué empresas distribuyen dividendos, podemos invertir en ellas a través de nuestro broker de confianza, igual que cualquier otro valor cotizado. Una vez invirtamos en él y nos convirtamos en accionistas, tan solo tenemos que esperar a que la empresa distribuya los beneficios y que el rendimiento se abone en la cuenta corriente de referencia en cada caso. En ese momento, nuestro banco aplica la retención correspondiente, de modo que ya aparece reflejado en nuestra declaración de la renta.
Existe otra opción que muchos piensan que es mejor: invertir directamente en fondos de inversión. De hecho, muchos fondos se clasifican de acuerdo a su política de dividendos: de distribución o de acumulación. Los primeros se caracterizan por distribuir dividendos periódicamente en función de los resultados del fondo mientras que los segundos reinvierten el resultado en participaciones del mismo fondo.
La ventaja de estos segundos es que podemos aprovecharnos de todas los beneficios de la capitalización compuesta. Es decir, aprovechar la distribución de los beneficios para comprar más participaciones y así aumentar los dividendos distribuidos en el futuro. Como ya hemos apuntado en anteriores ocasiones, el efecto es exponencial, y sus efectos son más evidentes cuanto mayor sea el plazo de la inversión, logrando resultados espectaculares a largo plazo.
En definitiva, la inversión en dividendos se ha convertido en una excelente forma para invertir, bien sea para hacer crecer nuestra cartera a largo plazo, bien como forma de generación de rentas o una combinación de ambas estrategias. Una generación de ingresos pasivos que, sin duda, mejorará nuestras finanzas personales con muy poco esfuerzo.
En Busconómico | Las 5 acciones con mayor rentabilidad por dividendo
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