Obviamente, este enfoque no está al alcance de cualquier persona, ya sea por los conocimientos que requiere o por el tiempo a dedicar.
Por esa razón, la mayor parte de los inversores de carácter minoritario prefieren una gestión mucho más pasiva de su inversión, la cual les libere de gran parte de la carga de trabajo habitual.
El objetivo de esta gestión pasiva no es otro que asegurarse de que sus ahorros están invertidos en productos financieros fiables, tales como renta fija o valores bursátiles especialmente estables, gracias a lo cual no necesiten llevar
un control férreo.
¿Cuáles son las principales características de la inversión pasiva?
Aunque ya hemos adelantado parte de las características de la inversión pasiva durante la introducción a este artículo, permítenos especificarlas de manera más pormenorizada.
Tal y como veremos enseguida, la gestión pasiva de la inversión es muy similar a la inversión bursátil de largo plazo.
En primer lugar, se trata de una inversión diversificada, la cual permita reducir el riesgo en caso de que algún activo objeto de la inversión haya evolucionado de forma desfavorable.
Por otra parte, este tipo de inversión permite reducir los costes acarreados por las comisiones que los brokers cobran por
la intermediación de operaciones bursátiles.
Este estilo de inversión implica realizar pocas operaciones, habitualmente, por importes relativamente elevados, en lugar los cientos de operaciones que, por ejemplo, realizan los traders
de manera diaria.
Para los inversores pasivos, la comisión que más interesa reducir o eliminar es la de custodia, que cobran los brokers mientras tengamos nuestros activos depositados
en ellos.
Para ello, productos como la cuenta sin custodia de Self Bank es perfecta, ya que no cobra esta comisión
y se pueden depositar los valores durante el tiempo que queramos sin coste.
Habitualmente, la inversión pasiva busca emular la evolución del mercado bursátil.
De hecho, suele implicar la inversión en ETFs que emulan los
valores de un índice bursátil. Esto es debido a que, históricamente, la bolsa ha experimentado más altas que bajas, por lo que emular su composición parece una garantía de rentabilidad a largo plazo.
Al igual que la inversión a largo plazo, la inversión pasiva permite diferir e incluso reducir el pago de impuestos, dado que la inversión se mantiene durante largos periodos de tiempo, en lugar de la habitual liquidación de beneficios
propia de la inversión a corto y medio plazo.
¿Cuáles son las mejores opciones para una inversión pasiva?
En primer lugar, se ha de partir del hecho de que con la inversión pasiva el objetivo fundamental no es maximizar la rentabilidad, sino la seguridad de la inversión.
Teniendo esto en cuenta, hay una serie de activos financieros que resultan idóneos para este tipo de inversión.
Productos de renta fija
Por un lado, tenemos los productos de renta fija, ya se trate de depósitos a plazo fijo, bonos y letras del Tesoro y demás productos de deuda pública.
En último término, también podemos hablar de la deuda privada, o lo que es lo mismo, la deuda emitida por las grandes corporaciones y empresas, si bien en este caso el nivel de riesgo
se incrementa conforme la salud financiera de la empresa en cuestión no resulte la idónea.
Técnicamente, estaríamos hablando más de productos de ahorro que de inversión. Sin embargo, la renta fija siempre ha formado parte de cualquier estrategia de inversión.
Los depósitos y los productos de deuda pública o privada permiten disfrutar de la seguridad, siempre que el emisor no quiebre, de que se va a recuperar el dinero invertido, al cual se suma un pequeño interés que constituye el rendimiento económico de
la inversión.
Debido a la notable bajada de los tipos de interés a los que se remuneran los depósitos en la actualidad, conviene asegurarse de que dicho tipo supera, al menos, la inflación. De lo contrario, estaremos perdiendo poder adquisitivo.
Productos de renta variable
En lo que se refiere a la renta variable, la mejor opción a la hora de llevar a cabo una inversión pasiva consiste en adquirir acciones de empresas con una larga trayectoria, con negocios estables y grandes barreras de entrada para la
competencia y, por supuesto, emisores de dividendos.
En definitiva, estaríamos hablando de los típicos valores recomendados para la inversión bursátil de largo plazo, los cuales tienden a revalorizarse, poco a poco, con el paso del tiempo, y permiten conseguir una renta periódica, gracias a los dividendos.
Cómo hemos comentado anteriormente, la mejor forma para invertir tanto en productos de renta fija como de renta variable, es la contratación de fondos de inversión y ETFs,
que nos permiten diversificar, adquiriendo en un único producto una gran cantidad de activos distintos, ahorrándonos una gran cantidad de comisiones.
Además, normalmente las estrategias de inversión pasiva incluyen activos de los dos tipos, como la Cartera Permanente, que invierte en
activos de renta variable, en oro y en renta fija a corto y largo plazo.
¿Qué resulta más apropiado: inversión activa o pasiva?
La verdad es que no existe una misma respuesta para todo el mundo.
Tal y como te hemos explicado al comienzo de este artículo, lo que determina la idoneidad de una estrategia u otra es la capacidad del inversor para supervisar su inversión y su cartera de
valores.
Si dispones del tiempo y los conocimientos necesarios para vigilar y gestionar tu inversión periódicamente, lo más probable es que logres una mayor rentabilidad con una gestión activa de la misma.
Sin embargo, si careces de alguno de estos dos aspectos, te recomendamos una gestión más pasiva de tu inversión, asegurándote de tener tus recursos económicos en productos estables y seguros, que ofrezcan cierta rentabilidad sin necesidad de mayor vigilancia.
Dicho esto, debes tener en cuenta que, por definición, no existe un estilo de inversión libre de riesgo.
Cualquier activo y cualquier empresa pueden verse afectados por circunstancias extraordinarias, las cuales terminen generando un
deterioro permanente.
La inversión pasiva es quizá el método más sencillo de reducir dichos riesgos, al tiempo que se disfruta de una rentabilidad por tu dinero.