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Para invertir en CFDs es primordial conocer bien las características de este producto y los riesgos que conlleva. Desde sus inicios en la Inglaterra de los años 50, estos contratos se han ido popularizando cada vez más, y finalmente llegaron a España hace once años.
El “Contract for Difference” o CFD es un derivado financiero, un contrato entre un comprador y un vendedor en el que se estipula que el vendedor pagará al comprador la diferencia entre el valor actual de un activo y el valor al día de la finalización del contrato. El activo al que hacen referencias puede ser de distinta naturaleza: divisas, acciones, bonos, etc.
Los CFDs tienen unas determinadas características que relacionamos a continuación.
Si deseas invertir en CFDs, aquí tienes algunos de los mejores brokers que permiten operar con ellos. Además, puedes verlos todos en nuestro comparador de brokers para trading con CFDs.
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El precio del CFD está directamente vinculado al del activo subyacente, y este cotiza en un mercado, por lo que se puede conocer en todo momento el precio del mismo.
Dada su naturaleza, este producto permite operar tanto en mercados alcistas como bajistas. Si el inversor considera que un determinado activo va a bajar puede vender CFDs, aunque no los tenga, a eso se le denomina abrir una posición corta. Cuando el activo baje, si lo hace, puede comprar los CFDs más baratos y obtener un beneficio. De la misma manera, si considerara que dicho activo va a subir, el inversor abrirá una posición larga. El beneficio es en ambos casos la diferencia entre el precio de compra y el precio de venta, con independencia del orden en que se realicen las mismas.
Al no ser directamente titular de un producto y no realizarse una compra física, el inversor está exento de pago por costes bursátiles y otros como mantenimiento o correo, incluso por abono de dividendos que se suelen aplicar en otros productos convencionales. En las operaciones con apalancamiento a más de un día se generan costes de financiación.
No existe un importe mínimo de apertura de la cuenta para poder comenzar a operar. Los CFDs no tienen vencimiento y no es necesario cambiar de contrato para mantener las posiciones a largo plazo, salvo en los relativos a materias primas.
Los Contratos por Diferencia son un producto con apalancamiento, y permiten al inversor tener una posición sobre un activo sin tener que desembolsar el importe total del mismo. Así se puede comprar por un importe muy superior al dinero del que disponemos, llegando a multiplicarse perfectamente por cien veces más. Esta reducción del capital inicial que es necesario aportar puede producir un mayor aumento de rentabilidad, pero también aumenta los riesgos de la operación ya que el inversor puede perder una cantidad superior a la inicialmente invertida.
Los CFDs son productos “over-the-counter” (OTC), es decir, operan fuera de los mercados organizados, en un mercado paralelo no organizado donde se negocian estos productos directamente entre dos partes. Existe la figura de creador de mercado quien emite y provee el precio de los contratos.
Existe una estrategia extendida entre grandes inversores que usan los CFD para cubrir otras operaciones y reducir el pago de impuestos. Si se posee un paquete importante de acciones de una empresa y estas empiezan a bajar se podría venderlas para evitar una acumulación de pérdidas, pero en muchos países este tipo de operaciones a corto generan impuestos elevados por considerarse operaciones especulativas. Para neutralizar esta situación, el inversor puede realizar una operación igual, pero en sentido contrario en CFD sobre acciones. Así asegura su operación y congela tanto sus posibles pérdidas como sus ganancias, ya que lo que pueda perder en uno lo compensará con las ganancias del otro.
Todo no son ventajas, y se puede ver con facilidad los inconvenientes de este producto: En primer lugar requieren de un conocimiento detallado de la operativa, tanto es así que la Comisión Nacional del Mercado de Valores considera que no son convenientes para inversores minoristas y está reforzando la obligación de formular advertencias sobre el uso de “instrumentos financieros muy determinados”. La aparición en el año 2017 de contratos por diferencia relativos a las populares criptomonedas, Bitcoin y Ethereum ha generado un gran impulso en este tipo de productos por parte de personas sin la debida cualificación.
Además de esto, el control de la inversión necesita de una vigilancia constante. El mantenimiento de la posición exige de unas garantías, y si el inversor se sitúa fuera de ellas se puede producir el cierre automático de posiciones. Y, por supuesto, está el tema del apalancamiento, que puede hacer que se generen pérdidas mayores que el capital inicialmente invertido.
Si a pesar de los riesgos se decide invertir en este tipo de producto es conveniente tener formada previamente una estrategia de inversión y unos planteamientos iniciales. Uno de ellos es el de no dejarse llevar por las propias emociones y ajustarse a la operativa planteada. Un gran porcentaje de nuevos inversores pierden toda su inversión en menos de un año por lo que no se debería arriesgar dinero del que realmente no se puede prescindir. La inversión en CFDs no es un pasatiempo y deberíamos ser honestos con nosotros mismos a la hora de reconocer si tenemos o uno el tiempo disponible para mantener nuestro plan de inversión. Ese plan tiene que ser sólido, y debe incluir un límite de pérdidas. Una vez trazado hay que ceñirse a él, y aceptar las pérdidas que se pudieran ocasionar antes de perder la totalidad de nuestra inversión. Es importante considerar el porcentaje del capital arriesgado en nuestras operaciones. Habitualmente se fija en un 2% del capital de la cuenta. Este hecho es una gran limitación para la operativa de los pequeños inversores, pero el aumento de dicho porcentaje implica incurrir en riesgos muy elevados, por lo que es una consideración importante que hay que tener en cuenta para invertir en CFDs.
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