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Ante la sequía de crédito que ha existido en los últimos años en nuestro país como consecuencia de la crisis económica y financiera, nuevas alternativas de financiación han aparecido que han crecido de manera notable al calor de las nuevas tecnologías.
Entre ellas, la opción de obtener dinero rápido, sin necesidad de dar explicaciones y por Internet es una de las que mejor acogida está teniendo.
Los minicréditos se han erigido en una alternativa muy interesante para todas aquellas personas que necesitan liquidez.
En absoluto; se trata de productos diferentes que sirven para fines muy distintos.
Los minicréditos tratan de cubrir una necesidad puntual de liquidez en un periodo de tiempo más reducido, mientras que los préstamos suelen utilizarse para financiar un producto o servicio muy concreto, para el que generalmente no tenemos ahorro suficiente como para pagarlo de una vez.
Así, mientras que las empresas que ofrecen créditos rápidos no exigen un fin concreto para conceder esa financiación, las entidades bancarias suelen condicionar su concesión a la financiación de un objeto.
Por ejemplo, existen préstamos para financiar el coche, préstamos para financiar unos estudios o préstamos hipotecarios para financiar la compra de la vivienda habitual, entre muchos otros.
Esta diferencia fundamental es una de las que, precisamente, permite diferenciar entre uno y otro tipo de producto.
Dado que existen bienes para los no cuales no tenemos ahorro suficiente, los préstamos se conceden por una cuantía más bien elevada y con un plazo de amortización suficiente como para permitir a su cliente devolver el préstamo con suficientes garantías, generalmente superior al año. Los bancos también empiezan a comercializar sus propios préstamos rápidos, pero se parecen más a préstamos personales que a créditos rápidos.
Los minicréditos, por su parte, se conceden por cuantías más bien bajas, normalmente hasta 600 euros, y con un plazo de devolución que en general no superan el mes, aunque existen empresas que permiten aplazarlo un mes más.
Otra de sus diferencias más destacables son las garantías exigidas a uno y otro producto.
En los créditos rápidos, las empresas suelen aprobar o rechazar la solicitud de préstamo en unos pocos minutos, sin necesidad de aportar ningún tipo de garantía y, en algunos casos, incluso, dirigido a personas que estén incluidas en algún fichero de morosos como ASNEF.
Para los préstamos al consumo o hipotecarios, en cambio, generalmente se exige que el prestatario aporte algún tipo de garantía o aval.
En el caso de las hipotecas, por ejemplo, la vivienda hipotecada suele tomarse como garantía pero, además, las entidades exigen algún tipo de aval.
El último de los aspectos a considerar es el coste de uno y otro producto.
Mientras los préstamos al consumo, como tienen un plazo de amortización superior al año, suelen venderse con un coste referenciado a su tasa anual equivalente (TAE), en los minicréditos en cambio, asociar el coste de esta manera no tiene mucho sentido, ya que su TAE se dispara por encima del 1.000%. Normalmente, en lugar de un interés, las empresas suelen cobrar unos honorarios por asumir el riesgo de crédito, que suele ser de entre 50 y 100 euros, en función de la cantidad prestada y del plazo de devolución.
Tengamos en cuenta, además, que las empresas que conceden créditos rápidos no suelen disponer de licencia bancaria y, por tanto, no están regulados del mismo modo que lo están las entidades financieras habituales.
En líneas generales, a pesar de que este factor no constituye en sí mismo un problema insalvable, puede ser un motivo de desconfianza entre los clientes.
Casi todos los bancos ofrecen a sus clientes algún tipo de créditos instantáneo que se puede activar por Internet o por un cajero para dar respuesta a las necesidades de dinero urgente, estos préstamos están destinados a clientes con ingresos domiciliados y se basan en un scoring interno.
Otro tipo de préstamos bancarios son los anticipos de nómina que adelanten el importe equivalente a 2 ó 3 nóminas, generalmente con bajos intereses o incluso sin intereses pero con altas comisiones de apertura.
En definitiva, los préstamos bancarios tienen unas características diferentes a las que tienen los minicréditos y, por esta razón, están pensados para finalidades diferentes.
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