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Las crisis económicas y financieras tienen casi siempre la misma causa y provocan las mismas consecuencias: un elevado nivel de deuda en mano de particulares que acaba precipitando la insolvencia de los particulares que, a su vez, provoca una restricción crediticia que impide a los deudores devolver sus créditos. Un círculo vicioso que se traduce en la necesidad de buscar liquidez a través de financiación alternativa con el único fin de acometer nuestras obligaciones.
Y en estas estamos. El alcance y la profundidad de esta crisis no tiene precedentes, y ha sido el caldo de cultivo adecuado para la aparición de alternativas financieras al tradicional crédito bancario, que en la actualidad supone en torno al 78% del total de la financiación a empresas y particulares, un porcentaje muy elevado, especialmente si lo comparamos con el resto de países de nuestro entorno y otros países desarrollados. Esta elevada dependencia de las entidades financieras convencionales arrastra consigo a empresas y particulares que no pueden atender sus pagos, provocando su irremediable quiebra.
Entre estas alternativas, destacan el crowdfunding, el crowdlending y el capital riesgo en el ámbito empresarial y, en gran medida, la proliferación de empresas que, como Moneyman, ofrecen créditos rápidos. Las nuevas tecnologías están facilitando esta revolución acelerada de estos nuevos mecanismos de financiación, puesto que muchas de ellas no serían posibles si no existiese un canal como Internet que pone en contacto a oferentes y demandantes de recursos (en este caso, a ahorradores con aquellas personas o empresas que tienen necesidades de financiación).
En cualquier caso, las entidades financieras no quieren quedarse relegadas a un segundo plano y se han comenzado a poner las pilas para que sus clientes vuelvan a confiar en ellos. Con ofertas muy agresivas, gracias en parte a la decisiva acción expansiva del Banco Central Europeo, que ha reducido los tipos de interés a niveles mínimos históricos, el sector financiero ha aumentado la concesión de préstamos y créditos tanto a empresas como a particulares. No en vano, el nuevo crédito para viviendas ha repuntado ya un 20% con respecto al año pasado y el crédito al consumo, un 17%.
Los bancos tienen mucha liquidez, pero todavía siguen siendo cautos. No quieren repetir los errores del pasado y exigen muchas condiciones a sus clientes para aprobar definitivamente sus concesiones de crédito. Y el (todavía) elevado apalancamiento del sistema no ayuda a que las entidades actúen con una mayor diligencia en la concesión de préstamos. Estas condiciones explican, en parte, el éxito de numerosas empresas que conceden préstamos de forma rápida, sencilla y sin prácticamente ningún aporte de garantías.
Muchas personas pueden pensar, ¿dónde está el truco? Y muchas otras les podrían decir: el truco está en el precio. Es decir, las pocas garantías aportadas se compensan con la TAE que tiene que hacer frente el cliente al recibir el dinero. Sin embargo, con el avance imparable de las nuevas tecnologías y la reducción de costes, el panorama ha dado un giro de 180º. Si hasta hace poco tiempo los créditos se concedían por teléfono (muchos de ellos en la misma llamada), muchas de estas empresas han conseguido desarrollar una infraestructura completa para la gestión crediticia online, lo que ha supuesto todo un ahorro en costes de personal.
Estas plataformas web gestionan las peticiones de crédito de manera autónoma gracias a las nuevas tecnologías vinculadas a nuestra identidad como Instantor, lo que permite acceder al historial del cliente de forma casi instantánea y con toda la información requerida para el análisis de la solvencia del solicitante. Entonces, ¿qué nos deparará el futuro? Es difícil anticiparse a esta pregunta, pero lo que está claro es que los espacios físicos están dando paso a los virtuales, y el dinero en mano al dinero electrónico. En estas circunstancias, es muy posible que el paradigma del crédito a particulares cambie por completo, y la comodidad e inmediatez sea algo más que habitual.
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