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En el pasado, las tarjetas de crédito y débito caducaban para evitar el fraude que podía llevarse a cabo por no ser el sistema más seguro del mundo para albergar el dinero. Pero, hoy en día y con todos los avances tecnológicos que hay, ¿por qué siguen caducando las tarjetas?
Muchas personas se hacen esta pregunta, y no tienen ni idea de por qué cada cuatro años tienen que renovar su tarjeta en todos los lugares donde la han facilitado. Tanto en Internet, como fuera de él, el hecho de que la tarjeta caduque provoca una gran cantidad de quebraderos de cabeza.
Seguro que te ha pasado más de una vez. Al menos, una cada cuatro años. De repente, todas las empresas donde tienes puesta tu tarjeta como método de pago, dejan de poder cobrarte y suspenden sus servicios.
Si tienes cuenta en Spotify, Netflix, o si sueles pagar la tarifa de teléfono a través de la tarjeta, todo se va a pique porque ha cambiado el número de tu tarjeta.
Además, si eres de las personas que compran por Internet a través de PayPal y tenías tu tarjeta vinculada a la cuenta, estos pagos también dejan de ser válidos.
Y, aunque creas que esto es una debacle, puede llegar a ser incluso peor.
Puede ocurrir que la caducidad de tu tarjeta coincida con un pago importante, como por ejemplo el de un seguro. En ese caso, y sobre todo si te has despistado, la aseguradora no podrá cobrarte en el día acordado y te llamará días después para pedirte otro método de pago.
Le darás la nueva tarjeta, pero ya será demasiado tarde: te habrán aplicado los cargos por demora en el pago. Por lo tanto, no solamente es un engorro cambiar la tarjeta de cada uno de los lugares en los que la tienes como método de pago.
Además, es posible que el hecho de que la tarjeta caduque te cueste dinero.
Y siendo tan fácil que la tarjeta no venza, igual que no vence la cuenta bancaria, ¿por qué siguen caducando las tarjetas de crédito y débito a día de hoy?
Al utilizar la tarjeta de crédito para realizar una compra a través de Internet, o por teléfono, necesitas dar algunos datos sobre la tarjeta. Los básicos son, como es lógico, el nombre del titular y el número de la tarjeta.
Pero, ¿te has fijado en que también suelen pedirte la fecha de caducidad de la tarjeta?
Según entidades, como BBVA, el hecho de mantener la caducidad de las tarjetas es una medida de seguridad más a la hora de pagar a través de Internet.
Según esta información, el hecho de tener que aportar una fecha de caducidad hace más difícil que alguien que cuente con el número de tarjeta y el titular pueda falsificar tu identidad por Internet.
Pero quizás la pregunta que te hagas ahora sea: ¿no existe ya para ese fin el código de tres dígitos del reverso de la tarjeta?
Es más, si alguien tiene tu número de tarjeta y tu nombre, por ejemplo porque tiene una foto de tu tarjeta, ¿no sería lógico pensar que es posible que también cuente con la información sobre su fecha de caducidad?
Las tarjetas de crédito no son un invento de hace diez años. Desde hace aproximadamente 70 años se vienen utilizando para realizar pagos con ellas.
De hecho, las primeras tarjetas no eran de plástico ni metal, como esas tan sofisticadas con las que contamos ahora. Generalmente estaban hechas de cartulina, y funcionaban a través de libros de contabilidad y de un sistema de confianza que se instauraba entre vendedor y comprador.
Como es lógico, en aquel entonces, y con el añadido de que no existían demasiadas medidas de seguridad, las tarjetas necesitaban tener una fecha de validez. De hecho, generalmente se rompían y era necesario cambiarlas por una nueva.
Un poco más adelante, las tarjetas incorporaron bandas magnéticas y comenzaron a disponer de un código PIN, con el que los usuarios podían operar con ellas en los cajeros. Durante todos esos años, bastaba con el número de la tarjeta y un número de teléfono para poder realizar toda clase de fraudes.
Y en un mundo no informatizado, en el que se podían tardar semanas desde que te robaban la tarjeta hasta que perdía su validez, contar con una fecha de caducidad a los 2 ó 4 años, era algo completamente necesario. De esa manera, si alguien tenía acceso a libros de contabilidad antiguos, no podía hacer uso de ellos de manera malintencionada.
Probablemente, todas las tarjetas anotadas en él habrían caducado para ese entonces.
Hoy en día, aunque las tarjetas ya pueden ser desactivadas de manera inmediata solo con un clic en el móvil, siguen caducando.
Una de las razones principales y más lógicas por las que esto puede ocurrir es porque, a día de hoy, no ha salido al mercado la tarjeta resistente a todo.
¿Alguna vez te ha ocurrido que vas a pagar con ella en un establecimiento de los que utilizan (todavía) TPV de banda magnética, y no funciona?
Al estar en contacto casi directo con elementos que desestabilizan estos sistemas, las tarjetas dejan de funcionar con cierta regularidad.
Por otro lado, el chip también tiene una vida útil.
El chip puede perder sus cualidades y dejar de funcionar, dejándote en un feo en cualquier establecimiento cuando menos lo esperas.
Además, el plástico del que se encuentran hechas la mayoría de las tarjetas no es resistente a todo y, si se utiliza con regularidad, se desgasta.
Por lo tanto, gracias a esa fecha de caducidad tan molesta en las tarjetas, las entidades emisoras nos pueden enviar una nueva. Así, podemos disfrutar de estrenar plástico, chip y banda magnética cada cuatro años.
Para terminar, es importante destacar que, aunque es desagradable tener que pasar por todos los trámites que la caducidad de la tarjeta produce, hay motivos para ello.
Debido a las medidas de seguridad que esto proporciona y a la posibilidad de estrenar tarjeta cada cuatro años, podemos llegar a entender que las tarjetas de crédito tengan fecha de caducidad.
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