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Desde que la humanidad comenzó a desarrollar el comercio y las diferentes formas de intercambio, las teorías económicas han ido evolucionando hasta la actualidad.
Si bien se considera a Adam Smith como el precursor de la teoría económica moderna, lo cierto es que desde mucho antes, quizá con los escolásticos de la Universidad de Salamanca, las diferentes corrientes filosóficas comenzaron a desarrollar una ciencia tan compleja como la económica.
El crack del 29 en Estados Unidos supuso la aparición del keynesianismo, y la posterior crisis del petróleo de los años 70 dio pábulo a la Escuela de Chicago y la consolidación del neoliberalismo, con especial predicamento en Estados Unidos e Inglaterra. Estas teorías han durado hasta nuestros días con más o menos evolución.
La segunda década del Siglo XXI es el momento de aparición de una nueva teoría que pretende revolucionar todo lo visto y escrito hasta ahora: la economía conductual.
Por el momento, ya cuenta con una legión de seguidores y hasta dos premios Nobel: Daniel Kahneman, en 2002, y el reciente Richard Thaler, en 2017. Pero, ¿en qué consiste esta teoría y por qué tiene tanto seguimiento?
La economía conductual, como su propio nombre indica, trata de dar explicación al comportamiento de los consumidores.
Dicho de otro modo, por qué tomamos las decisiones que tomamos con nuestro dinero.
En este sentido, si algo podemos aprender del último premio Nobel de Economía es que ni somos tan listos ni pensamos de una forma tan racional como creemos en lo que a la gestión de nuestra economía se refiere.
Existen numerosas teorías que sirven como base para la teoría del empujón, pero la facilidad de entender los libros y textos que se están publicando y, sobre todo, su eficacia a nivel práctica la han convertido en una corriente económica con una influencia enorme, hasta el punto que países como Reino Unido ya han creado unidades especiales para ayudar a todas las personas a gestionar de forma más racional sus finanzas personales (aunque, eso sí, buscando incentivar también el pago de impuestos).
Los dos premios Nobel han desarrollado varias teorías de forma conjunta y por separado, con ejemplos que cualquiera puede aplicar en nuestro día a día. Entre ellas, destacan las siguientes:
Los investigadores llegaron a la conclusión de que existen influencias externas que hacen que no seamos capaces de interpretar de forma adecuada la información que recibimos.
Entre estos sesgos, el que quizá tenga más influencia es el sesgo que explica, entre otras muchas cosas, por qué no ahorras ni te pones a dieta.
En el primer caso, por mucho que quieras ahorrar, siempre habrá algo que te lo impida, como el cumpleaños de tu madre, una nueva película que quieres ir a ver en el cine o esa nueva consola que ha salido; lo mismo ocurre cuando pensamos en la próxima dieta que vamos a hacer: preparamos todo para comenzar con ella y, de hecho, tenemos previsto comer fruta y verdura la próxima semana pero hoy nos apetece comer chocolate, lo que provoca que al final nunca consigamos ponernos a dieta.
Existen, asimismo, otros sesgos que nos hacen tomar decisiones que no son las más adecuadas y coherentes con nuestras necesidades presentes.
En una de las investigaciones de Kahneman y Amos Tversky afirman que nos cuesta mucho más asumir una pérdida que obtener una ganancia equivalente (en torno a 2,25 veces más). Esto hace que acabemos invirtiendo en activos más conservadores cuando no son los más adecuados para nuestro ahorro a largo plazo, por ejemplo.
En la mayoría de los casos, el dinero que obtenemos es diferente en función de cómo lo hayamos obtenido. Así, 1.000 € obtenidos con nuestro trabajo no valen para nosotros lo mismo que 1.000 € obtenidos apostando en la lotería nacional.
Este sesgo es responsable de que los gastemos de forma diferente: lo más probable es que los 1.000 € que hemos conseguido apostando los destinemos a comprar más lotería o a un capricho pero, ¿habrías hecho lo mismo con los 1.000 € obtenidos con tu salario?
La última, y quizá, la teoría definitiva que ha puesto a la economía conductual en el mapa es la teoría del empujón, que le valió a Richard Thaler para obtener el Premio Nobel de Economía del año pasado.
Mediante esta teoría, Thaler trata de explicar por qué en la mayoría de ocasiones solemos escoger la opción más sencilla frente a la más compleja, pese a que esta última sea más adecuada, y que plasmó en su libro "Un pequeño empujón:
El impulso que necesitas para tomar mejores decisiones sobre salud, dinero y felicidad". De hecho, la influencia de esta teoría fue tal que el mismísimo gobierno de Reino Unido creó la unidad del empujón.
En el caso concreto de Thaler, el Nobel de Economía creó un empujón conocido como el programa Save Tomorrow, a través del cual las personas se comprometían a aumentar su ahorro en el plazo de un año con el objetivo de interiorizar el autocontrol si retrasamos estas decisiones en el tiempo, más sencillo a juicio de las investigaciones.
De hecho, los empleados de aquellas empresas donde se puso en marcha esta iniciativa aumentaron su ratio de ahorro entre un 4 y un 14%.
Por todo ello, la economía conductual se ha convertido en una de las filosofías con más acogida dentro del mundo económico, y lo más probable es que vaya a más.
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