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El término amortización es uno de los más utilizados tanto desde el punto de vista contable como desde el punto de vista financiero.
Es un término tan utilizado que puede tener hasta dos definiciones dependiendo de sobre qué se aplique: sobre un activo o sobre un pasivo.
A continuación vamos a tratar de definir ambos términos.
La amortización sobre un activo es uno de los términos más conocidos por los contables.
Se trata de la pérdida de valor o depreciación que sufren, de manera irreversible, los activos fijos de una empresa a medida que se van utilizando.
Un ejemplo claro es cuando una empresa compra una máquina que utiliza a lo largo de unos años.
Esta depreciación es tratada desde el punto de vista contable como un gasto que se repercute a lo largo de la vida útil del activo.
Las máquinas por ejemplo, cuando han pasado varios años ya no dan el mismo servicio, por lo que es necesario reemplazarlas por la pérdida de valor y el desgaste que han sufrido.
Podemos entender, por tanto, la amortización contable como la reserva de dinero que va acumulando año a año con el fin de recuperar la inversión inicial antes de que deje de poder ser utilizado por llegar al final de su vida útil.
Con esa reserva la empresa podrá hacer frente a la inversión que supondrá el deshacerse de la máquina actual y adquirir una nueva que la sustituya, una vez que la máquina actual deje de ser útil o de funcionar.
Esta parte económica es muy importante, ya que en toda empresa existen una serie de activos o bienes de consumo que al paso del tiempo van deteriorándose y es necesaria su reposición; en la mayoría de los casos, este tipo de amortización permite su cambio para permitir mejorar o continuar con la labor de la empresa.
La amortización financiera hace referencia al reembolso gradual de una deuda, por ejemplo, un préstamo.
Se refiere a la parte de la cuota a pagar por un préstamo que se corresponde con el principal (la cantidad de dinero solicitada), ya que al pagar una cuota por un préstamo se divide entre la amortización (pago del principal) y el gasto financiero (pago de intereses).
La acción de cancelar el capital de este préstamo es lo que se conoce como amortización.
Dependiendo de las condiciones pactadas a la hora de contratar un préstamo, se podrá acceder a un tipo de amortización o a otro.
La elección de cada uno, aunque usualmente lo propone la entidad financiera, afectará al importe y la composición de las cuotas periódicas que tendrá que abonar el prestatario, ya que la amortización del préstamo se corresponde con la cantidad que se va devolviendo del capital prestado.
En el importe o cuota se integran tanto el capital o principal amortizado como los intereses.
Los cuatro tipos más comunes para repartir el interés son el método francés o de cuotas constantes, el método americano o al vencimiento, el método italiano o el constante de capital y el método de amortización de cuotas crecientes.
Este método es el más utilizado en España.
La cuantía de las cuotas es siempre la misma durante la vida del préstamo, aunque eso sí, en cada pago se reducen los intereses, dado que el capital pendiente de amortizar se va reduciendo con cada cuota pagada. Se puede utilizar tanto para el tipo fijo como para el variable.
La cuota periódica se calcula de la siguiente manera:
Cuota periódica = Capital Inicial * i * (1 + i)^n / ((1 + i)^n - 1)
donde i es la tasa de interés, n es igual al número de períodos del préstamo y el capital inicial es el importe total prestado.
Se basa en el pago exclusivo de intereses a través de las cuotas de cada período, mientras que el capital es amortizado de una sola vez junto con la última cuota, es decir, al vencimiento de la operación.
Cuota Periódica = Capital Inicial x i
Donde i es la tasa de interés, el capital inicial es el importe total prestado y n es igual al número de períodos del préstamo.
La última cuota se calcula según la siguiente expresión:
Cuota Final = Capital Inicial + (Capital Inicial x i)
Donde i es la tasa de interés, y el capital inicial es el importe total prestado.
Las amortizaciones están presentes en nuestra vida diaria. Cuando compramos una lavadora, por ejemplo, decimos que la hemos amortizado bien por su precio si, al repercutirlo sobre toda su vida útil, pensamos que la utilidad del servicio que ha prestado ha sido superior a su precio: la hemos amortizado.
Y si tenemos un préstamo, generalmente hipotecario, estaremos contando los años o los meses para amortizarlo de forma completa.
En definitiva, es un término que aunque no sepamos muy bien qué significa, está presente en nuestra vida cotidiana.
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