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Los dividendos son la parte del beneficio generado por una empresa que ésta reparte entre sus accionistas, después de haber pagado el Impuesto de Sociedades.
Por regla general, los dividendos se expresan en relación con el valor unitario de cada acción y, más concretamente, son extraídos del BPA (Beneficio por acción).
A modo de ejemplo, supongamos que el BPA de una empresa tras la liquidación del Impuesto de Sociedades es de 0,50 Euros, o lo que es lo mismo, 50 céntimos por acción.
La Junta de Accionistas, a propuesta del Consejo de Administración puede aprobar repartir un dividendo equivalente al 50% del BPA; es decir, 25 céntimos por cada acción.
Los otros 25 céntimos por acción quedarán en la Tesorería de la empresa, para poder ser utilizados con el fin de hacer crecer su negocio, invirtiendo en nuevos activos.
En ese caso, y suponiendo que seas titular de 100 acciones de la empresa en cuestión, recibirás un total de 25 euros como dividendo.
El dividendo se calcula una vez se han cerrado las cuentas de cada ejercicio contable y se ha liquidado el Impuesto de Sociedades. Por regla general, las empresas cierran sus cuentas anuales el 31 de diciembre, y es entonces cuando se procede al cálculo del BPA (Beneficio por acción).
Aunque el dividendo se calcule por cada acción, eso no quiere decir que se vaya a entregar en un único pago anual. De hecho, hay muchas empresas que acuerdan que el reparto tenga lugar en varias etapas a lo largo del año.
En algunas ocasiones, el reparto de parte del dividendo tiene lugar incluso antes del cierre del ejercicio. Esto se debe a que la empresa ya cuenta con estimaciones fiables de los resultados del año y puede pagar un dividendo con cargo a los resultados de ese mismo año.
No obstante, lo más habitual es que el dividendo -ya sea en un solo pago o en pagos fragmentados- se entregue a lo largo del año siguiente.
La explicación que hemos ofrecido hasta ahora se refiere, sobre todo, a lo que se conoce como dividendos ordinarios; es decir, aquellos que se entrega como consecuencia de los beneficios generados con la actividad ordinaria de la empresa.
Sin embargo, a veces, puede haber tenido lugar un fenómeno extraordinario que dé lugar a la generación de un beneficio. Por ejemplo: la empresa decide vender parte de sus locales o fábricas, o bien vende su participación en otro negocio, o incluso decide vender determinada parte de su propio negocio.
En estos casos, es posible que se genere una plusvalía que no forma parte de los beneficios ordinarios. Si el cuerpo directivo decide repartir este beneficio entre sus accionistas, lo hará mediante la emisión de un dividendo extraordinario. De esa forma, se distingue con facilidad del dividendo ordinario.
Esta distinción resulta muy relevante dado que la evolución del dividendo a lo largo de los años es uno de los criterios usados por los inversores a la hora de invertir en una empresa u otra. Si los beneficios extraordinarios se repartieran dentro del dividendo ordinario, se estaría ofreciendo una imagen irreal de la evolución del negocio, y se estarían estableciendo unas expectativas exageradas sobre los dividendos futuros.
Finalmente, también existe lo que se conoce como “dividendo flexible” que difícilmente puede ser considerado como dividendo per se. Básicamente, se ofrece al accionista cobrar una cantidad en efectivo o bien recibir nuevas acciones de la empresa.
En el caso de optar el dinero en efectivo, el accionista estará reduciendo su participación en la empresa frente a aquellos que opten por recibir acciones; así que, en realidad, es como si estuviese liquidando parte de las acciones que ya tiene.
En el caso de optar por recibir acciones, tampoco se está recibiendo más valor, dado que esas acciones no existían anteriormente, sino que se emiten para el dividendo. En definitiva, tendremos más acciones, pero cada una de ellas tendrá menos valor dado que el valor de la empresa se dividirá entre más participaciones. Es lo que se conoce como scrip dividend.
Hay inversores que consideran que las empresas no deberían repartir dividendos, dado que esto supone extraer valor de su Tesorería:
No obstante, hay otra corriente de pensamiento totalmente opuesta que considera que la emisión de dividendos no sólo es apropiada, sino incluso más beneficiosa para los accionistas.
De acuerdo con este otro criterio:
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