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Cuando se trata de hacer una clasificación de los distintos fondos de inversión disponibles en el mercado hay muchos criterios a seguir.
Los criterios más comunes son los referidos a una zona geográfica (por ejemplo, Rusia), un tipo de divisa (euros, dólares, yenes, francos suizos,...), o un sector (energía, tecnología,...).
No obstante, por motivos pedagógicos, en esta exposición vamos a seguir únicamente 2 criterios: el tipo de activo financiero -en que el que la entidad encargada de la gestión del fondo invierte las aportaciones de los distintos partícipes- y las expectativas de rentabilidad y seguridad del capital aportado.
Teniendo en cuenta estos criterios podemos hablar de:
Son aquellos fondos que invierten únicamente en renta fija, es decir, productos financieros de deuda emitidos por una entidad. Ahora bien, debe diferenciarse la composición de valores del fondo de inversión.
No es lo mismo una cartera constituida por crédito empresarial -es decir, con bonos de deuda privada-, de aquella más centrada en deuda soberana. La calidad crediticia de la entidad que emite los bonos de deuda es un aspecto a tener en cuenta cuando escojamos un fondo en renta fija.
En el caso de deuda pública deberemos tener en cuenta el riesgo país. No es lo mismo suscribir deuda de Grecia que de Alemania.
En caso de que se trate de deuda privada, deberemos tener igualmente en cuenta la entidad que ha emitido la deuda. No es lo mismo hacerse con una gran cantidad de deuda referida a créditos d hipotecas de particulares, que la deuda emitida por empresas consolidadas y que cuentan con el respaldo de una entidad bancaria.
En este caso, estos fondos invierten al menos un 75% de su liquidez disponible en renta variable.
Al igual que en el anterior caso, deberemos tener en cuenta el tipo de valores escogidos por la entidad gestora del fondo.
Este factor hace que los fondos de renta variable puedan ser increíblemente distintos entre sí pues, tal como expresábamos al principio, la diversidad de opciones es enorme.
A la hora de escoger un fondo de renta variable, deberemos examinar las condiciones y criterios de inversión expuestos por la entidad gestora para determinar si se ajustan a nuestras preferencias y riesgo asumible.
Pueden tratarse de fondos mixtos de renta fija, en cuyo la exposición a renta variable no podrá superar el 30%, o bien fondos mixtos de renta variable, cuya inversión en renta variable deberá oscilar entre el 30% y el 75%.
Este tipo de fondos se parecen mucho a un depósito bancario con ciertas salvedades.
Están concebidos para evitar cualquier exposición a renta variable o riesgo divisa, sin embargo, al contrario que los depósitos, no se conoce cuál va a ser la rentabilidad final obtenida.
La suscripción y, sobre todo, el reembolso podrán realizarse en cualquier momento y sin penalización alguna –al contrario que con los depósitos, cuya cancelación anticipada suele acarrear una penalización económica- y además cuando se cambia de un fondo a otro. no hay obligación de tributar; ventaja fiscal que no está presente en el caso de depósitos, cuya tributación es obligatoria una vez el depósito vence, con independencia de que sea renovado.
El funcionamiento de estos fondos consiste en la replicación de un índice bursátil, otorgando la misma rentabilidad que su índice de referencia.
Los fondos de gestión pasiva más conocidos son los ETF o “Exchange Traded Funds”, cuyas participaciones son objeto de negociación bursátil, simulando que se trata de acciones reales de los valores a los que hace referencia.
La gran baza de estos fondos es que garantiza todo o parte del capital aportado y, en algunos casos, un rendimiento fijo mínimo.
En lo que concierne a este último aspecto, la mayor parte de las entidades gestoras de estos fondos garantizan algún tipo de rentabilidad siempre y cuando los partícipes en el fondo se comprometan a mantener su participación a lo largo de un periodo mínimo de tiempo, que puede oscilar entre los 3 y los 5 años según los casos.
En esta categoría se encuentran diversas modalidades como por ejemplo los fondos “cliquet” que sellan las plusvalías obtenidas anualmente, de forma que un año de pérdidas no perjudique al inversor.
El rasgo fundamental de estos fondos es que persiguen una rentabilidad sostenida y estable a lo largo del tiempo, de manera que se establece una horquilla de volatilidad. Es decir, unos márgenes superiores e inferiores de rentabilidad.
Esto implica la confección de una cartera alejada de las tendencias más extremistas del mercado.
Cuando elijamos un fondo de estas características deberemos prestar atención al horizonte temporal de inversión que se marquen (no es lo mismo 12 meses que 5 años) así como la horquilla de rentabilidad planteada. Esto nos permitirá estimar la agresividad y nivel de riesgo que esta dispuesto a asumir la entidad gestora.
Este tipo de denominación alude a aquellos fondos de inversión cuyos criterios operativos son tan eclécticos o dispares que no encajan en ninguna de las categorías mencionadas anteriormente.
Así, la entidad gestora tiene completa libertad para determinar y cambiar los porcentajes de inversión en renta fija y variable, la diversificación sectorial y geográfica, así como la moneda en la que están denominados los activos en los que se invierte.
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