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Uno de los mayores inconvenientes que los productos de renta fija presentan en la actualidad es su reducida rentabilidad, en especial si lo comparamos con los productos de renta variable en los que, a pesar de tener que asumir un mayor riesgo, el rendimiento por la inversión es también mayor.
No en vano, uno de los productos estrella de la renta fija, los depósitos a plazo fijo, han sufrido no solo las consecuencias de los bajos tipos de interés que rigen el mercado en la actualidad, sino también la restricción en el interés a pagar al cliente por su inversión impuesta por el Banco de España.
Frente a esta reducida rentabilidad, están adquiriendo inusitado protagonismo productos que hasta ahora no habían sido tomados en cuenta por los clientes.
Entre ellos, los seguros de ahorro constituyen una interesante alternativa de cara a obtener un cierto rendimiento por nuestros ahorros. A pesar de ser productos similares, en el sentido de que ambos producen un determinado rendimiento por nuestras imposiciones (o primas en el caso del seguro), cuentan con una serie de diferencias que les hacen ser, en realidad, muy diferentes.
La rentabilidad de los depósitos bancarios está limitada por la recomendación del Banco de España, que desde 2014 estableció los siguientes tipos de interés máximos en función del plazo:
Los seguros de ahorro, en cambio, no tienen límite establecido por ningún organismo regulador y, además, suelen ser más rentables.
Los depósitos bancarios están garantizados por el Fondo de Garantía de Depósitos, que cubre hasta 100.000 euros por titular y entidad si lo contratamos en una entidad financiera suscrita al FGD español.
Los seguros de ahorro, en cambio, no están cubiertos por este fondo por lo que, a priori, tienen una menor garantía de reembolso.
Ahora bien, esto no quiere decir que en caso de quiebra de la entidad no vayamos a recibir nuestro dinero si la liquidación de la entidad se encomienda al Consorcio de Compensación de Seguros.
Se trata de una entidad pública que se encarga de garantizar el dinero a todos los asegurados, en ocasiones por encima del resultado de la liquidación de la aseguradora.
En cualquier caso, esta garantía suele estar sujeta al pago de una prima adicional al Consorcio en torno al 0,15%, lo que reducirá la rentabilidad efectiva del producto.
Ambos productos tributan por las plusvalías obtenidas a los tipos establecidos para las rentas del ahorro en el IRPF.
En los depósitos se tributará a vencimiento mientras que en los seguros de ahorro se tributará en el momento en el que se produzca el rescate del mismo.
A priori, la rentabilidad adicional que se puede obtener en la actualidad por los seguros de ahorro les hacen ser un producto más atractivo y con una apariencia similar a la de los depósitos en cuanto a su complejidad.
Pero esto es solo a simple vista, ya que si profundizamos un poco en el funcionamiento de uno y otro producto, nos daremos cuenta de lo diferentes que son.
En primer lugar, porque un seguro de ahorro es diferente a una imposición a plazo fijo. Bien es cierto que, a pesar de que se utilizan conceptos diferentes para referirnos a las aportaciones (prima en el caso del seguro e imposición en el caso del depósito), el funcionamiento es similar: constituir un capital que proporcione un rendimiento al vencimiento del contrato.
Sin embargo, el contrato de seguro suele ser considerado como
un producto de vida-ahorro, en el sentido de que incorpora algún tipo de indemnización en caso de fallecimiento o invalidez del titular. Esta supuesta ventaja puede esconder algún tipo de inconveniente, ya que la prima a pagar por el producto puede variar en función de las circunstancias personales del tomador (su edad y su estado de salud, fundamentalmente), cosa que en los depósitos no ocurre.
Una persona de 70 años pagará más que una persona de 35, cuando su objetivo de inversión puede ser mucho menor.
En segundo lugar porque, además de tener en cuenta el peso de la prima en el caso de la muerte, es importante conocer qué comisión va a cobrar la compañía aseguradora al comercializar y gestionar el producto, ya que pueden existir gastos administrativos, comerciales y de compra de activos subyacentes, etc. que pueden hacer que la oferta del seguro de ahorro acabe siendo menos competitiva que la del depósito, pese a que la rentabilidad aparente sea mayor.
La conveniencia entre uno y otro dependerá de nuestras circunstancias personales pero hay que tener en cuenta que los seguros y los productos bancarios, aunque encierren la misma apariencia, tienen características diferentes que, si no las entendemos, pueden acabar lastrando nuestra inversión.
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