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Las agencias de calificación de riesgo –también conocidas como agencias de “rating”– son entidades de carácter privado, cuya principal actividad consiste en llevar a cabo una valoración del riesgo de crédito de otras empresas, productos financieros o incluso administraciones y países.
Para ello, emiten calificaciones o ratings de riesgo que después son utilizadas por las entidades de crédito, las aseguradoras y, en general, los operadores del mercado de capitales para tomar sus decisiones en operaciones comerciales, emisión de primas de seguro de crédito e inversión bursátil, entre otras.
Las agencias de calificación analizan el riesgo crediticio de otras entidades, ya pertenezcan al sector privado o público, cuándo éstas optan por financiarse en los mercados de capitales, emitir deuda o llevar a cabo operaciones comerciales a crédito.
Gracias a estas calificaciones, es posible conocer el nivel de solvencia de estas entidades y, por tanto, las probabilidades de que tenga lugar un impago de la deuda contraída.
Sin duda, esta información es de gran utilidad para los operadores financieros, para cualquier empresa que lleve a cabo operaciones a crédito y también para los inversores particulares que operan a través de brokers online, dado que pueden tomar decisiones con mayor criterio, evaluar el riesgo asumido y, en caso de ser necesario, exigir mayores garantías o un mayor interés sobre el capital prestado.
Evidentemente, las empresas cotizadas deben publicar datos exhaustivos acerca del estado de sus cuentas, por lo que las agencias de calificación tienen un acceso más sencillo a la información relevante.
Sin embargo, y dejando eso a un lado, la realización de este tipo de ratings responde a la voluntad de la entidad calificada.
Dicho esto, para poder acceder a los mecanismos de financiación del mercado o emitir productos de deuda pública o privada, es imprescindible contar con la calificación concedida por las principales agencias de calificación mundiales. Tal es el caso de Moody´s, Fitch, Standard and Poor's y DBRS.
Se da el caso de que todas estas entidades pertenecen al mercado norteamericano. Concretamente, las 3 primeras son estadounidenses, y la última es canadiense.
Sea como fuere, aquella entidad que desee poder financiarse en los mercados debe solicitar los servicios de estas agencias, proporcionar los datos que le sean requeridos y acogerse a las calificaciones resultantes de sus métodos de evalucación.
Los ratings de las agencias de calificación se basan en la utilización de un sencillo código alfabético, el cual describe la solvencia crediticia de la entidad calificada, siendo la triple A (AAA), la mejor calificación; y la única C (C) la peor calificación crediticia, a cuyos productos a menudo se denomina como “high yield” o “bonos basura”.
Por último, la calificación D alude a un estado de quiebra técnica de la entidad calificada.
Conviene señalar que, aunque todas las principales agencias de calificación recurren a este código alfabético, su significado no es exactamente el mismo para cada agencia.
No obstante, y debido a sus similitudes, los mercados tienden a considerar estos ratings de la misma manera.
Por otro lado, las calificaciones también son divididas en dos grandes grupos para diferenciar entre las operaciones consideradas como “inversión”, y las operaciones consideradas como “especulación”.
De esa manera, las operaciones de deuda llevadas a cabo por entidades con calificaciones que caigan por debajo de la triple B (BBB) o la Baa –en el caso de la agencia Moody´s– son consideradas de carácter especulativo, debido a un notable riesgo de impago.
Obviamente, la calificación como “inversión” o como “especulación” afecta directamente a las garantías exigidas a la entidad emisora de la deuda o a los intereses que se soliciten para su emisión, encareciendo así la operación para dicha entidad prestataria.
Ésta es una tabla con las calificaciones de algunas de las principales agencias:
Los ratings o calificaciones se emiten con diferentes plazos. Los ratings a largo plazo se utilizan en los mercados de capitales; mientras que los ratings de corto plazo son utilizados en los mercados monetarios.
Los ratings a corto plazo tienen una estructura algo distinta a la mencionada anteriormente. Por ejemplo, las calificaciones de la agencia Standard & Poor's son A1, A2, A3, B, C,D,SD, R.
Las agencias de rating pueden cambiar sus calificaciones cuando las circunstancias de las entidades calificadas también han cambiado. Dichas calificaciones pueden por tanto, evolucionar al alza o a la baja.
Sobra decir que los cambios en la calificación por parte de estas agencias tienen drásticas consecuencias en los mercados financieros.
Cuando una entidad sufre lo que se conoce como un “downgrading” –especialmente si pasa del nivel de “inversión”, al de “especulación”– sus títulos cotizados en bolsa también pierden un gran atractivo frente a los inversores. Es frecuente que se produzca una venta masiva de estos activos, con la consiguiente caída de sus cotizaciones.
En conclusión, las agencias de calificación y los ratings que emiten constituyen una gran ayuda para los operadores de los mercados financieros, pues ofrecen una guía fundamental acerca del riesgo de las operaciones, determinando así el nivel de confianza de inversores y prestamistas.
Por supuesto, estas agencias también han sido fuente de polémica en ocasiones, pues se ha puesto en cuestión su imparcialidad a la hora de emitir sus calificaciones, lo cual podría favorecer a determinadas entidades y operaciones, y perjudicar a otras.
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