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Todo inversor, ya sea experimentado o no, está familiarizado con el término emergente. Se trata de uno de los conceptos más ampliamente utilizados para calibrar el estado de la economía mundial, el valor de las materias primas o la salud del sistema financiero de los países desarrollados, entre otras muchas cosas. Además, las economías emergentes marcan la agenda de las políticas internacionales, y en sí mismas pueden provocar resfriados bastante serios a las economías desarrolladas.
Sin embargo, el término emergente tiene menos de 40 años. En 1981, Antoine van Agtmael, un economista e inversor en mercados emergentes, acuñó el término emergente porque creía que los términos países en vías de desarrollo, países menos desarrollados, países subdesarrollados y Tercer Mundo eran demasiado peyorativos para algunos países que estaban intentando abrirse al exterior, captar capital y salir adelante, lo que provocaba rechazo entre los inversores internacionales.
Se trata de países cuya economía no es demasiado rica para ser considerado como un país desarrollado, pero tampoco demasiado pobre para situarse entre aquellos países considerados del tercer mundo. Parten de una base económica muy poco desarrollada, de manera que crecen a un ritmo muy rápido y están en plena transición y transformación hacia una economía desarrollada. Dicho de otro modo, son países que tienen un gran potencial de crecimiento.
Los mercados emergentes comparten una serie de características comunes.
A diferencia de las economías desarrolladas, no es una población envejecida. De hecho, su ciudadanía es relativamente joven ya que, según un estudio de la OCDE, entre 2018 y 2030, por cada niño de occidente, habrá seis en los países emergentes. Esta evolución demográfica les permite desarrollar unas instituciones con bases sólidas para garantizar el bienestar futuro de la población.
Además, han dejado atrás una economía basada en bajos salarios y orientada a la exportación para convertirse en una sociedad de consumo y servicios. El ejemplo paradigmático es China, país que apoyándose en la inversión ha logrado modificar su modelo productivo para pasar de ser una economía de bajos costes a convertirse en un país que cada vez da más importancia a la demanda interna.
Sí, la mayoría de los países y mercados emergentes son una fuente muy rica en recursos naturales. Sin embargo, la razón por la que no se ha aprovechado su potencial es fundamentalmente por la inexistencia de instituciones que garanticen la seguridad jurídica o por una mala gestión de los mismos. En cuanto esto cambia, el mercado emergente aprovecha el potencial de todas ellas para el bienestar de su población.
Las economías pobres se suelen caracterizar por una elevada desigualdad. Unas pocas personas aglutinan buena parte de la riqueza del país, mientras que la gran mayoría viven en la pobreza. Cuando las cosas cambian, en estos países tiende a consolidarse una clase media fuerte que tiende a reducir las desigualdades.
No existe una lista fija de países que se consideren emergentes, ya que depende del momento y de la organización que elabore la lista. De todos modos, a septiembre de 2016, existen dos listas comúnmente aceptadas: la que elabora FTSE Group y la que elabora MSCI.
La respuesta es sí y, de hecho, se puede invertir de diversas formas. La más habitual es utilizar un fondo indexado o un ETF que invierta directamente en el índice de referencia de los mercados emergentes. Entre ellos, el más aceptado es el MSCI Emerging Markets Index, disponible en algunas gestoras como Amundi, o directamente a través de Vanguard, la segunda mayor gestora del mundo. También en brokers globales como:
Otra manera de hacerlo es a través de empresas de países desarrollados que tengan buena parte de su negocio deslocalizado en estas regiones. Por ejemplo, en el Nasdaq hay una fuerte presencia de empresas chinas. Por último, y no menos importante, se puede invertir en economías emergentes a través de las divisas de los países pertenecientes a estas economías, por ejemplo, en el rublo ruso o en la lira turca.
Ahora bien, la inversión en mercados emergentes no está exenta de riesgos. De hecho, los expertos no recomiendan la inversión en emergentes si no contamos con una formación mínima o nuestra cartera se basa únicamente en instrumentos de este tipo. Existen demasiados riesgos asociados: los tipos de cambio de las divisas, la elevada inflación que muchos de estos países tienen todavía, el riesgo de liquidez, tasa de inversión industrial muy bajas, potencial inestabilidad social e inseguridad jurídica, etc.
Por todo ello, debemos ser cautos a la hora de invertir en emergentes, aunque bien es cierto que el potencial de crecimiento es también muy alto.
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