Hace pocos años, inmersos en una realidad económica muy diferente a la actual (que tampoco es mucho mejor pese al esfuerzo de todos los medios por decirnos lo contrario) era impensable que una entidad bancaria tuviera más de dos hipotecas que ofrecer.
Además, en caso de ofrecerlas, las condiciones bajo las cuáles concedía este tipo de préstamos eran muy exigentes.
Pero esta tendencia parece haber cambiado, incluso remitido, y actualmente las entidades bancarias se encuentran inmersas de nuevo en una pequeña guerra por ofrecer las mejores hipotecas del mercado.
En este caso el Banco Santander ofrece una gran variedad de préstamos hipotecarios en sus dos variantes: hipotecas fijas y variables. De este modo el usuario será el que decida qué tipo de hipoteca se ajusta más a sus necesidades y sobre todo a su economía.
Con esta entidad puedes obtener hipotecas para la compra de viviendas, para su construcción y también para obtener liquidez y utilizarla en cualquier propósito, proyecto o necesidad que tengas.
Para contratar cualquiera de las hipotecas del Santander será necesario aportar justificantes de los ingresos familiares.
Como en toda contratación la negociación es la base de todas las operaciones realizadas con éxito, y para ello es necesario obtener toda la información que puedas sobre el producto que vas a contratar, compararlo con otros y llevar toda la documentación para presentársela a tu interlocutor.
Para mejorar el tipo de interés que te será aplicado es requisito indispensable domiciliar la nómina en el Santander, usar las tarjetas de la entidad y contratar los seguros asociados a la hipoteca con su propia aseguradora.
Esto es lo que se conoce como vinculación con la entidad, cuanta más vinculación tengas con tu banco mejores condiciones, beneficios y ventajas te van a dar.
A la hora de contratar una hipoteca debemos tener en cuenta no solo el tipo de interés que nos van a aplicar, sino toda una serie de condicionantes que van a afectar al futuro de dicho préstamo como por ejemplo:
- las vinculaciones (seguros que nos hacen contratar, domiciliación de recibos, nóminas, contratar tarjetas, etc)
- los gastos y comisiones por estudio, apertura, y sobre todo (mirando a futuro)
- los gastos que nos pueden aplicar en caso de amortización parcial, total o incluso por subrogación.
Estos gastos que nadie suele tener en cuenta son los que, a futuro, nos pueden acabar rasgando el bolsillo.
No debes olvidar que un préstamos hipotecario es una deuda a largo plazo y, como tal, debemos preveer futuras situaciones para no arrepentirnos de haber firmado algo que desconocíamos por completo.