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Tradicionalmente, en épocas de crisis, uno de los elementos que más sufre es la moneda del país o zona monetaria donde se haya producido la crisis, y en esta ocasión no es una excepción.
Hasta hace unos años hablábamos de las ventajas que tenía el euro sobre otras monedas, sobre todo el dólar, a la hora de viajar a Estados Unidos o de importar ciertos productos o elementos básicos para la economía de un país, como el petróleo.
Aunque a día de hoy el euro sigue teniendo un cierto margen, la ventaja euro-dólar ya no es tan interesante como hace unos años.
A mediados del año pasado, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, anunciaba una serie de medidas excepcionales (al igual que otros organismos como la Reserva Federal o el Banco de Japón) para luchar contra la inflación, lo que provocó una devaluación sostenida del euro con respecto al dólar.
La devaluación de la moneda es una disminución en su valor en comparación con otras divisas o alguna otra unidad de cuenta monetaria, como el oro o ciertas monedas extranjeras fuertes.
En la mayoría de los casos se trata de una decisión de la autoridad monetaria de un país o zona monetaria en virtud de la cual se procede a rebajar la cotización de la moneda propia frente a las extranjeras, es decir, que a partir del momento de devaluación, habrá que pagar más unidades monetarias nacionales para adquirir una unidad monetaria extranjera.
El Banco Central es la institución encargada de darle valor a una moneda mediante las herramientas de que dispone para tal fin por ejemplo, aumentando la cantidad de dinero en circulación, ya que en el momento que esto ocurre, cada unidad tiene menos respaldo y, por tanto, menos valor.
Por ejemplo, en el caso del euro, uno de los motivos argumentados por el BCE para devaluar su moneda fue para reducir las importaciones y fomentar las exportaciones, es decir, para equilibrar la balanza comercial de los países del euro. Aunque cabe destacar que no ha tenido el efecto esperado, al menos para el ciudadano de a pie y las familias, no se ha aprovechado todo el potencial de la devaluación del euro.
Cierto es que aunque algunas pequeñas y medianas empresas sí han podido aumentar sus ventas gracias a esta devaluación, todavía hay mucho margen de mejora.
La devaluación de una moneda tiene consecuencias para la economía.
Lo primero que se nota es una alteración de los tipos de cambio y como consecuencia de esto, el cambio en los precios internacionales, que suele provocar un estímulo para las exportaciones y una reducción en las importaciones.
Como consecuencia de ello, sectores tan dependientes del tipo de cambio de una moneda como el turismo se ve afectado de forma notable.
La devaluación de la moneda trae consigo un aumento del turismo internacional, ya que a los extranjeros de países donde su dinero vale más les resulta atractivo.
También, y en menor medida, favorece al consumo interno, ya que los productos importados se encarecen y, por este motivo, un ciudadano nacional encontrará más barato comparativamente adquirir los productos en su país en lugar de acceder al mercado internacional para satisfacer sus necesidades.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, y la devaluación de una moneda tiene sus pros, pero también tiene sus contras.
Los principales efectos negativos son el aumento de inflación y el encarecimiento de los productos importados; un problema para los consumidores a los que se les costará más acceder a bienes y servicios y, por lo tanto, a los que se les verá reducido su bienestar.
Estas son algunas de las consecuencias por las cuales los bancos centrales optan por la devaluación como último recurso.
En los últimos años hemos asistido a una verdadera guerra de divisas entre los principales países a nivel mundial. Todos ellos buscaban aumentar su competitividad por la vía de la devaluación monetaria y esto ha provocado que el efecto haya resultado nulo sobre la economía.
Evidentemente, las devaluaciones dependen de la situación de cada país en concreto, pero sin duda puede servir como impulsor de las ventas de las empresas en un mercado internacional y globalizado al que pueden vender sus productos a un precio más bajo y sin prácticamente recortar salarios ni mejorar su aparato productivo.
En la época que nos encontramos de crisis financiera, cualquier estímulo, como las exportaciones, será siempre bien recibido a costa de aumentar el precio de los productos internacionales.
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