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Hablamos de cuando un inversor minoritario compra en Bolsa, normalmente lo hace atraído por la rentabilidad que le proporciona el dividendo que reparte una compañía que tenga, por lo general, una política estable de distribución de beneficios, como el Banco Santander, BBVA, Telefónica, Iberdrola o Endesa para el caso de España.
El dividendo no es más que la remuneración que se realiza a los accionistas con cargo a los beneficios obtenidos durante el período.
Una parte de estos beneficios se mantendrá dentro de la compañía, tanto por exigencias legales como estatutarias, y el resto se distribuye entre los propietarios.
Muchas empresas tienen una política de distribución del dividendo constante año a año mientras que otras deciden distribuirlo en función del beneficio obtenido en el período.
En un entorno caracterizado por la alta deuda acumulada por todo el mundo y los ingresos a la baja tanto en salarios como en facturación, puede parecer inverosímil que existan compañías muy endeudadas que sigan distribuyendo su beneficio entre sus accionistas.
Sin embargo, a pesar de la crisis y de la menor caja y beneficio que muchas empresas generan con su actividad económica, el dividendo sigue siendo uno de los mayores atractivos que las grandes empresas ofrecen para que los inversores decidan dejar sus capitales en ellas.
No en vano, la rentabilidad anual por acción sin tener en cuenta las variaciones en su cotización resulta mucho más atractiva que la inversión en otros productos de renta fija como los bonos soberanos, los depósitos a plazo fijo o las obligaciones de empresa.
En un contexto caracterizado por los bajos tipos de interés, el dividendo sigue siendo la mejor opción para muchos.
En realidad, la renta fija y el dividendo tienen características absolutamente diferentes.
Mientras que el depósito bancario o el bono soberano es un activo con un riesgo mínimo (el primero debido a la existencia de un Fondo de Garantía de Depósitos que cubre los 100.000 primeros euros y el segundo por el respaldo de todo un Estado), en las acciones el riesgo está sujeto a las variaciones del mercado, a pesar de que en muchos casos el dividendo está garantizado.
Por este motivo, la inversión en dividendos no debe ser vista como una alternativa exacta a los tradicionales productos de renta fija, sino como una inversión en renta variable, puesto que el rendimiento obtenido por la obtención del dividendo puede verse reducido por la variación en negativo en la cotización de las acciones.
En cualquier caso, existen razones más que fundadas para invertir en Bolsa por el dividendo.
A largo plazo, la probabilidad de obtener un rendimiento positivo por nuestras acciones es mucho mayor que si nuestro horizonte temporal está restringido al corto e incluso medio plazo.
Si, además de este beneficio, se ha podido cobrar un dividendo estable del 4 ó 5% es innegable que la opción del dividendo es más que interesante.
Eso sí, hay que tener presente que no todas las compañías son válidas, ya que las más apropiadas para invertir son aquellas con un componente oligopolístico y presencia internacional como las que hemos citado en el primer párrafo presentes en el IBEX 35.
En los últimos años, en lugar de repartir el dividendo en efectivo entre sus accionistas, las empresas están comenzando a ofrecer una nueva modalidad de cobrar nuestros derechos, en acciones de la misma compañía.
En general, esta modalidad es optativa aunque es la que aplican las empresas por defecto cuando se decide repartir un nuevo dividendo.
En este caso, los accionistas pueden elegir entre vender los derechos de suscripción proporcionados por la empresa a cambio de liquidez y obtener un dividendo normal o bien capitalizar su dividendo, recibiendo un número que dependerá del dividendo que nos corresponda.
Para las empresas, el scrip dividend supone un aumento de su patrimonio neto, pudiendo utilizar esta liquidez para los fines que consideren oportunos en lugar de dejar que se vaya de la compañía.
Es decir, lo utilizan para recapitalizarse. Para el accionista, la mayor ventaja que le proporciona esta modalidad de cobro de dividendos es el aumento de su posición en la empresa, pudiendo obtener un mayor dividendo en el futuro, además de ser más atractiva desde el punto de vista fiscal.
El problema que tiene es el efecto dilución que pueda ir asociado.
Sin embargo, es posible que al cobrar nuestro dividendo en acciones el momento bursátil no sea el más apropiado, lo que quizá no sea la mejor forma de rentabilizar nuestro patrimonio o bien que directamente queramos cobrar nuestro dividendo en efectivo, lo que implica realizar un movimiento extra al tener que informar a la empresa de que queremos cobrarlo en efectivo.
En cualquier caso, la decisión de invertir en Bolsa por el dividendo la tiene que realizar el inversor en función de muchos factores, entre los que se encuentran el horizonte temporal de su inversión y de su aversión al riesgo.
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