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Los fondos de inversión se han convertido en un instrumento idóneo para ahorrar a largo plazo.
A su enorme variedad, tanto en relación al riesgo, como en plazo y liquidez, se le une su atractivo fiscal, sobre todo si se compara con las acciones o con otros productos de ahorro tradicionales, como los depósitos a plazo fijo, ya que no es necesario pasar por Hacienda si queremos realizar traspasos entre ellos.
Será por esta razón por la que cada vez son más los titulares de un depósito que acaban atrapados en las redes de los fondos.
O será porque los bajos tipos de interés desincentivan la compra de productos seguros para canalizar todo ese ahorro hacia instrumentos más arriesgados pero que, al mismo tiempo, puedan proporcionar una rentabilidad mayor.
Y, al igual que ocurre con las cuentas remuneradas o los depósitos a plazo fijo, la renta generada puede ser bastante importante si dedicamos una parte mensual de nuestros ingresos a la inversión.
Pero, además, las transferencias periódicas a los fondos de inversión tienen una serie de ventajas que a continuación pasamos a resumir:
La primera ventaja es evidente. Si una parte de nuestros ingresos la canalizamos a la inversión a través de un fondo, a lo largo del tiempo habremos acumulado un capital importante casi sin darnos cuenta.
Esta estrategia se conoce como preahorro, o ahorro a priori, que consiste en destinar una parte de nuestra renta (en la medida de nuestras posibilidades, de en torno al 10-15%) a un instrumento de ahorro que, en nuestro caso será un fondo de inversión.
Aunque generalmente el preahorro consista en la transferencia de fondos entre cuentas corrientes, hacerlo a un fondo de inversión cuenta con la ventaja de que ese capital acumulado proporcionará una rentabilidad mayor, y la renta obtenida al final del período será, por tanto, bastante mayor.
Además, como no existen comisiones de compra venta, la posibilidad se asemeja a la de cualquier otro producto de ahorro.
Aunque el preahorro es un método ideal para ahorrar bastante dinero al cabo de varios años, los fondos de inversión sirven para acumular un capital sensiblemente mayor.
En función de los objetivos de rentabilidad y riesgo del fondo, podemos encontrarnos con rentabilidades muy atractivas que pueden hacernos ganar bastante dinero en el futuro.
A ello se le suma que la mayoría de fondos de inversión reinvierten los dividendos en participaciones dentro del fondo.
Esto provoca un efecto bola de nieve que hace aumentar nuestro capital de forma rápida y exponencial a lo largo de los años: la famosa capitalización compuesta.
Si a Albert Einstein le convenció, ¿por qué no nos iba a convencer a nosotros?
Los fondos de inversión se caracterizan por ser instrumentos financieros que invierten en una amplia variedad de activos, que cuentan con características comunes en función del objetivo de inversión del fondo.
En cualquier caso, en la mayoría de ellos prima un objetivo que es común a casi todas las estrategias de inversión: la diversificación, o no poner todos los huevos en una misma cesta.
Con los fondos de inversión, el ahorro pasa automáticamente a estar gestionado por una entidad que invierte de forma diversificada en función de los objetivos de riesgo del fondo: una parte a renta fija y otra a renta variable, en función del país, en función de la liquidez de cada título, etc.
De esta manera, se evita que una caída en la cotización de un título se pueda llevar por delante toda una cartera de activos.
Aunque pienses que un fondo de inversión de renta variable no está pensado para ti porque tú no quieres asumir ese riesgo, las aportaciones periódicas a un fondo de inversión reducen de manera significativa la volatilidad de los mercados.
Y lo hacen porque se compensan las compras en cotizaciones elevadas con las que se hacen cuando el valor ha caído. De hecho, muchas personas esperan que su fondo de inversión caiga en la cotización para realizar la siguiente compra.
Esta es la principal diferencia entre alguien que invierte la totalidad de sus ahorros en un fondo o la compra de acciones y otra persona que vaya invirtiendo poco a poco en ellas.
Mientras el primer inversor necesita encontrar el momento exacto, el segundo puede invertir en cualquier momento, ya que sabe que aunque su fondo caiga, él va a encontrar otro momento que compense esa caída.
En definitiva, la aportación periódica a un fondo de inversión constituye una buena forma de ahorro que, además, puede darnos sus frutos con el paso del tiempo.
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